En un segundo, se hace el silencio. Ni la tele, ni el ruido de la calle, ni las voces del patio de vecinos... El mundo parece haberse quedado mudo, pero es nuestro oído el que sin razón aparente deja de funcionar. La sordera repentina es un trastorno que afecta a un pequeño porcentaje de personas. Llega sin saber por qué y, en la mayoría de las veces, desaparece de igual forma en las pocas horas. Hasta el momento, se desconoce casi todo acerca de este problema, aunque un reciente estudio abre el camino a la investigación. Según sus datos, las pérdidas repentinas de audición podrían ser un signo de alerta de un futuro infarto cerebral.
Durante cinco años, los autores de este trabajo -miembros de la
Universidad de Taipei (Taiwan)- realizaron un seguimiento a un grupo de
1.423 pacientes hospitalizados a causa de una sordera repentina. Sus
datos fueron comparados con los de una muestra de control de 5.692
individuos que habían sido operados de apendicitis.
Tras cruzar la información, los investigadores comprobaron que
quienes habían sufrido una pérdida de audición repentina tenían un
riesgo de sufrir un ictus un 64% mayor que el del resto de participantes.
Además, anotaron un dato curioso: en la mayoría de los casos, los accidentes cerebrovasculares habían ocurrido dos años después del episodio de sordera.
"Esto sugiere que los esfuerzos para prevenir el desarrollo de un
ictus deberían durar durante varios años después de haber sufrido una
pérdida de audición repentina", apuntan los investigadores en el
trabajo, que se publica en el último número de la revista 'Stroke', una de las publicaciones de la Asociación Americana del Corazón.
Trabajo preliminar
Aunque desconocen los mecanismos que relacionan ambos trastornos,
los investigadores sugieren que la clave de la asociación podría estar
en un problema vascular. "Especulamos con que la
sordera repentina comparte una etiología común con el infarto cerebral
repentino porque varios estudios recientes muestran que los pacientes
con estas pérdidas de audición tiene niveles más altos de fibrinógenos
y colesterol en sangre [factores de riesgo para sufrir un ictus]",
comentan los autores.
"Nuestros datos muestran que la sordera neurosensorial repentina es
un signo temprano del infarto cerebral, un hecho que tiene importantes
implicaciones clínicas para el cuidado de este tipo de pacientes.
Sugerimos que estos individuos, particularmente aquellos con otros
trastornos vasculares o de edad avanzada, deberían someterse a revisiones hematológicas y neurológicas para poder identificar a los que tienen un riesgo potencial de sufrir un ictus en el futuro", añaden.
Pese a todo, reconocen que su investigación tiene importantes
limitaciones, por lo que sus resultados deben ser ratificados y
confirmados por nuevos estudios.
"No disponíamos de información sobre la severidad de la pérdida de
audición, si eran fumadores, cuál era su masa corporal o si tenían una
historia de problemas cardiovasculares, lo que podría contribuir a
aumentar el riesgo de ictus", señalan los investigadores, quienes
reclaman más trabajos al respecto.
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