Los procesos inflamatorios que ocurren en el cerebro -así como aquellos
que se producen en otras partes el cuerpo- acelerarían el avance del
mal de Parkinson y de sus síntomas motores, según reveló un estudio
realizado por investigadores argentinos, y cuyas conclusiones publica
esta semana la prestigiosa revista Brain.
"El estudio mostró que un entorno proinflamatorio hace que las neuronas
de la sustancia nigra (que son las mayormente afectadas por el
Parkinson) se mueran más rápido, lo que se asoció con síntomas motores
más tempranos y más agudos", dijo a LA NACION el doctor Fernando
Pitossi, director del Laboratorio de Terapias Regenerativas y
Protectoras del Sistemas Nervioso del Instituto Leloir, y principal
autor del estudio.
El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa de origen
desconocido, que se caracteriza por temblores que se manifiestan cuando
los músculos se encuentran en reposo, lentitud en los movimientos
voluntarios y rigidez. En 2000, Pitossi comenzó a estudiar la
existencia de un posible vínculo con los procesos inflamatorios
crónicos.
"Los científicos tendíamos a pensar las respuestas inmunes de
defensa del cerebro como respuestas pro inflamatorias, como sucede en
el resto del cuerpo -explicó Pitossi-. Sin embargo, la respuesta del
cerebro cuando muere una neurona es antiinflamatoria: activa ciertas
células que limpian el área donde se están muriendo las neuronas."
La pregunta que trató de responder entonces el investigador fue:
¿qué pasa si se rompe ese equilibrio en las zonas del cerebro afectadas
por el Parkinson?
Un cerebro en llamas
Para probarlo, Pitossi y sus colegas experimentaron con ratones
en los que se indujo el Parkinson. "Les colocamos una toxina que mataba
lentamente las neuronas de la sustancia nigra", explicó el
investigador, cuyo trabajo fue financiada por las fundaciones René
Baron y Michael J. Fox, el laboratorio Pfizer y la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Técnica.
"A medida que las neuronas de la sustancia nigra comenzaban a morir,
el cerebro respondía [en forma antiinflamatoria] tratando de limpiar
esa área", describió. Entonces, los investigadores inyectaron en los
ratones una sustancia inflamatoria, que dio lugar a la producción de
interleukina-1, una proteína que participa de las respuestas inmunes.
¿Qué sucedió? "En los animales que usábamos como control [que no
tenían Parkinson] no pasó nada, pero en los animales en los que las
neuronas se estaban muriendo por el Parkinson el cerebro, en términos
inflamatorios, se incendió: se aceleró la muerte neuronal y se
exacerbaron los síntomas del Parkinson."
Y eso mismo ocurrió en los animales en los que la inflamación fue
inducida fuera del cerebro. "Es importante que una inflamación
periférica producida por la expresión crónica de interleukina-1 también
haya aumentado la muerte neuronal, pues hay muchas más posibilidades de
que una inflamación ocurra fuera del cerebro", dijo Pitossi.
Para confirmar que la exacerbación de los síntomas era el resultado
de los procesos inflamatorios producidos artificialmente, los
investigadores inhibieron en las ratas la interleukina-1. Y, como
esperaban, los síntomas retrocedieron al estadio previo al aumento de
los niveles de esa proteína, y lo mismo ocurrió con la tasa de muerte
neuronal.
"El paso siguiente será identificar cuáles son los componentes de la
inflamación que causan el efecto que observamos, para tratar de
combatirlos. Mientras tanto, vale aclarar que no es una buena medida
recurrir a los antiinflamatorios para el Parkinson", advirtió Pitossi.
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