Las naciones industrializadas que integran el Grupo de los Ocho (G8) se reúnen este mes para analizar la creciente crisis alimentaria mundial, junto con las graves consecuencias conexas; en ese contexto, se les alentará a cumplir los compromisos contraídos en el pasado, a mantener la salud en el programa de acción mundial y a fortalecer los sistemas de salud. Informa Fiona Fleck.
La crisis alimentaria mundial, que amenaza con echar por tierra en los
países en desarrollo diversos logros en materia de salud pública que ha
costado mucho conseguir, ya está haciendo peligrar la salud de las
poblaciones más vulnerables de los países pobres, en particular la de
las mujeres embarazadas, los niños y las personas mayores.
«Están en juego muchos avances logrados con gran esfuerzo», ha
advertido Margaret Chan, Directora General de la OMS, en una alocución
pronunciada en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación celebrada por
las Naciones Unidas el pasado mes en Roma. «Se calcula que la
malnutrición ya se está cobrando anualmente en el mundo la vida de 3,5
millones de personas, y esta crisis hará que mueran muchas más».
Los dirigentes del G8 se reunirán del 7 al
9 de julio en la isla japonesa de Hokkaido. El anfitrión de la
convocatoria de este año, el Primer Ministro Yasuo FukudA, que mostró
el compromiso de su país en la lucha contra la crisis alimentaria
asistiendo a la última Cumbre Mundial sobre la Alimentación de las
Naciones Unidas en Roma, ha colocado la seguridad alimentaria en un
lugar destacado dentro del programa de acción del G8. Está previsto que
los dirigentes del G8 examinen también otras cuestiones relacionadas
con la salud, incluida una serie de propuestas para el fortalecimiento
de los sistemas sanitarios.
El fortalecimiento de los sistemas de salud figura entre las máximas
prioridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las demás
instituciones que conforman el H8, una alianza de ocho organizaciones
que se ocupan de cuestiones sanitarias, a saber: la Fundación Bill y
Melinda Gates; la Alianza GAVI; el Fondo Mundial de Lucha contra el
SIDA, la Tuberculosis y la Malaria; el Programa Conjunto de las
Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA); el Fondo de Población de
las Naciones Unidas (UNFPA); el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF); y el Banco Mundial. En una carta oficial remitida a
los gobiernos del G8 el 10 de junio, el H8 insta al G8 a que cumpla los
compromisos contraídos en el pasado, mantenga la salud en el programa
de acción internacional y fortalezca los sistemas sanitarios en los
países en desarrollo.
«La cumbre que el G8 celebra este año brinda una buena ocasión para
proteger los logros más recientes, así como para atender cuestiones que
se han quedado a la zaga, como la ausencia de resultados positivos en
lo referente a la reducción del número de defunciones maternas, la
mejora de la nutrición y la prevención del VIH», reza la carta en
cuestión.
Las organizaciones del H8 también recuerdan que la última reunión del
G8 celebrada en el Japón, en 2000, además de contribuir a crear el
Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria,
impulsó «avances reales y mensurables» en materia sanitaria, como «la
reducción de la mortalidad infantil, la ampliación del acceso al
tratamiento contra el VIH, la inversión de la progresión de la epidemia
de tuberculosis en muchos países, la drástica reducción del sarampión
en África, la obtención de buenos resultados en materia de control de
las enfermedades tropicales desatendidas y el aumento del uso de
anticonceptivos».
“Much remains to be done. In Hokkaido, it
will be important for the G8 to build on what it has started,” it said
referring to Gleneagles and other commitments, “and support the
dramatic scale-up of high-impact interventions to reach the health MDGs
by 2015 – a crucial step in the global effort to increase human
security. Leaders should commit to new, long-term predictable
financing, that is linked to results,” the letter said.
For world leaders, the global food crisis presents a new health
challenge. Soaring prices of basic foodstuffs, such as rice, maize and
wheat, in the last couple of years has had a profound effect on
people’s health and well-being, and there are signs it will exacerbate
undernutrition (under-eating) and malnutrition (bad eating) worldwide.
In coming months, poorer populations may be forced to switch to
cheaper, less nutritional food. Meanwhile, people in countries that are
dependent on food imports, particularly in urban areas, are likely to
eat fewer meals. Children may drop out of school earlier to work to
earn more to buy food for their families, missing nutritious school
dinners.
Combating the food crisis effectively will require substantial pledges
from the international community. According to United Nations
estimates, governments and other donors would need to spend more than
US$ 15 to US$ 20 billion every year for several years to ensure
adequate food supplies for people across the globe. To feed their
populations the United Nations says countries would have to increase
food production by 50% by 2030. Otherwise they would be unable to
satisfy growing demand.
«Aún queda mucho por hacer. Es importante
que en Hokkaido el G8 prosiga los esfuerzos que ya ha emprendido», se
indica en referencia a Gleneagles y otros compromisos. «También es
primordial que apoye la espectacular intensificación de las
intervenciones de gran impacto encaminadas a alcanzar, para 2015, los
ODM relacionados con la salud, un paso crucial en el empeño mundial por
aumentar la seguridad humana. Los dirigentes deberían apostar por
nuevas modalidades de financiación previsible a largo plazo, vinculadas
a los resultados».
La crisis alimentaria mundial plantea a los dirigentes mundiales un
nuevo desafío sanitario. La vertiginosa subida de los precios de
diversos productos básicos, como el arroz, el maíz o el trigo, ha
repercutido en los últimos dos años profundamente en la salud y el
bienestar de las personas, y todo apunta a que también contribuirá a
exacerbar la subnutrición y la malnutrición en el mundo entero. Es
posible que en los próximos meses, las poblaciones más pobres se vean
obligadas a optar por alimentos más baratos y con un valor nutritivo
menor. También es probable que, en los países importadores de
alimentos, las personas empiecen a hacer menos comidas al día, sobre
todo en las zonas urbanas. Cabe prever asimismo que muchos niños
abandonen antes la escuela a fin de aumentar los ingresos familiares y
así poder comprar alimentos, con lo cual dejarán de acudir al comedor
escolar, donde recibían una alimentación nutritiva.
La lucha contra la crisis alimentaria requerirá cuantiosas ayudas por
parte de la comunidad internacional. Según estimaciones de las Naciones
Unidas, los gobiernos y demás donantes tendrán que desembolsar a lo
largo de varios años entre más de USD 15 millones y USD 20 millones
anuales a fin de asegurar un abastecimiento adecuado de alimentos para
toda la población mundial. Las Naciones Unidas señalan que para poder
alimentar a sus poblaciones, los países tendrán que incrementar de aquí
a 2030 la producción alimentaria en un 50%. De lo contrario, no se
podrá satisfacer la demanda, que no para de crecer.
Las Naciones Unidas han tenido dificultades para captar fondos para sus
programas de alimentos. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) tuvo que
ejercer presión sobre la comunidad internacional durante varios meses
para obtener la cuantía adicional de USD 755 millones que precisaba
para facilitar ayuda alimentaria a los países más afectados.
Finalmente, Arabia Saudita aportó una cuantiosa contribución que
permitió sufragar ese déficit. Su organización hermana, la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación) sigue intentando obtener los USD 1 700 millones que
necesita para financiar la compra de semillas y la prestación de
asistencia agrícola con miras a aumentar los niveles de producción
agropecuaria en los países pobres.
Los funcionarios de la OMS estiman que la
crisis de los precios de los alimentos podría suponer un retroceso de
siete años en la lucha contra la pobreza.
«La OMS puede, y debe, impedir nuevos retrocesos, reforzando las
iniciativas de ayuda sanitaria y alimentaria. Esto requerirá una acción
concertada que permita canalizar los esfuerzos nacionales e
internacionales, robustecer las redes de seguridad social y vigilar el
estado de salud de las poblaciones vulnerables», ha declarado el Dr.
Eric Laroche, que dirige el grupo especial de la OMS encargado de la
respuesta a la crisis de los precios de los alimentos.
La OMS ha identificado 21 países que ya están acusando elevados niveles
de subnutrición aguda y crónica, a saber: Bangladesh, Burkina Faso,
Chad, Comoras, Eritrea, Etiopía, India, Madagascar, Malí, Myanmar,
Nepal, Níger, Nigeria, Pakistán, República Centroafricana, República
Democrática de Congo, República Democrática Popular Lao, Somalia,
Sudán, Timor-Leste y Yemen.
La OMS está contribuyendo a la labor del Equipo especial de alto nivel
sobre la crisis de la seguridad alimentaria mundial dirigido por el
Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki Moon. El Equipo
especial, integrado por diversos organismos de las Naciones Unidas y el
Banco Mundial, tiene el cometido de promover una respuesta unificada
frente a la crisis de los alimentos que azota al mundo en estos
momentos, pero igualmente frente a desafíos a largo plazo relacionados
con la seguridad alimentaria. La OMS también está ayudando a vigilar el
impacto de la crisis de los alimentos en la nutrición, la salud y la
pobreza, así como en los Objetivos de Desarrollo del Milenio
relacionados con la nutrición. Esa labor proporcionará a las instancias
normativas gubernamentales un sólido conjunto de datos probatorios que
facilitará una focalización en las poblaciones más afectadas.
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