Es tan extraordinario darse cuenta del trabajo arduo que el organismo
realiza para llevar a cabo la fecundación… una nueva vida, aunque en la
mayoría de los casos debiera ser la culminación amorosa entre dos seres
humanos (hombre y mujer); y que se reproduce minúsculamente desde un
nivel celular con el encuentro “delicado” entre un espermatozoide y un
óvulo.
Cada una de esas células se fusionan para dar consecuencia a un nuevo
ser con 46 cromosomas, con las características genéticas que tanto el
padre como la madre aportan, esta nueva célula cumplirá química y
estructuralmente las codificaciones ordenadas, como la multiplicación y
formación de estructuras destinadas a los órganos que darán la
originalidad a los seres humanos, únicos e irrepetibles.
Este linaje cromosómico se alarga para formar un bosquejo del cuerpo
(una cola y unos arcos branquiales son huellas primitivas de nuestra
evolución), se diferencian las vértebras y la médula espinal; momento
en el cual la futura madre debe agregar a su dieta ácido fólico para
favorecer el desarrollo adecuado del sistema nervioso, que se encargará
de enviar las señales necesarias para integrar el resto del organismo
como el sistema cardiovascular, el tubo digestivo; para las 8 semanas,
es posible reconocer la forma humana: los ojos, los dedos, los
genitales y el resto de las estructuras anatómicas terminarán su
formación (organogénesis).
La etapa fetal comienza en el segundo trimestre, donde el crecimiento
es cada día más evidente con los movimientos que la futura madre
identifica incesantemente hasta el momento en que todo esté listo para
recibirlo, sin embargo, durante el embarazo, la madre experimenta
infinidad de sensaciones físicas que bien pueden desencadenar una que
otra variedad emocional: las náuseas y los antojos.
¿Conoce acaso a alguna embarazada que no haya dicho “…se me antojan
unos chicharrones”, “…un elote con crema y con chile”, “…unas gorditas?
lo imagino, pero… ¡a las 2:33 de la madrugada!; tal como llegan a
contarlo al hospital. Es completamente común y normal que a la mayoría
de las futuras madres, en las primeras semanas de la gestación, les
inunde a cualquier hora del día el antojo; muchas mujeres lo reconocen
como un deseo irresistible e incontrolable; la explicación médica se ha
enfocado en dos aspectos:
• El primero radica en que durante el periodo de gravidez, disminuye la
percepción (identificación) de los cuatro sabores básicos (salado,
ácido, dulce y amargo), de manera que se incrementa la elección de
alimentos con sabores intensos.
• En el segundo: el incremento de la producción hormonal (estrógenos y
progesterona) por el cuerpo lúteo, encargado de la flexibilidad y
lisura de los músculos de los órganos internos, también interviene en
las paredes del estómago, emitiendo una vaga sensación de hambre.
Sin embargo, no hay que descartar que en la teoría de la psíque (la
mente) se enfoque en la justificación de un desplazamiento para la
satisfacción de alguna necesidad inconsciente; en realidad, con el paso
de los años, los famosos “antojos” siguen siendo controvertidos. Lo que
hay que tomar en cuenta es que las glándulas de secesión interna
trabajan al máximo durante el embarazo, motivo por el cual el organismo
demanda sólo las vitaminas, minerales, proteínas y ácidos grasos
necesarios para el desarrollo del producto dentro del vientre uterino.
Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |