En el Día Mundial de la Población, que se celebra mañana, es
importante recordar que el acceso universal a los servicios de salud
reproductiva, y la educación integral para una sexualidad responsable
son herramientas de trascendental relevancia.
El Día Mundial de la Población, que se celebra mañana, nos convoca este
año con un tema central para las familias: la planificación en materia
de reproducción. Planificar la reproducción supone que las mujeres y
los hombres puedan decidir cuántos hijos tener y cuándo tenerlos. Se
trata de un derecho mundialmente reconocido, que en la Argentina se
cristalizó en el 2002, con la sanción de la Ley Nacional 25.673, que
creó el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. Se
trata de que las personas cuenten con la información y los recursos
necesarios para tomar decisiones libres en torno a su sexualidad y su
reproducción, que les permitan a su vez, erradicar el riesgo de morir
por causa de un aborto inseguro, extender sus oportunidades educativas
y mejorar sus condiciones de vida.
En promedio, las mujeres argentinas
tienen 2,4 hijos. Sin embargo, el dato global esconde importantes
desigualdades sociales. Más del 20% de las mujeres pobres y del 32% de
las mujeres indigentes tienen al menos 4 hijos, proporción que
desciende al 7,4% entre aquellas que no son pobres.
Brechas similares
observamos si analizamos la información según niveles educativos de las
mujeres, infraestructura de sus viviendas, etc. Es decir, las mujeres
que tienen más hijos son las que viven en condiciones más adversas,
cuentan con menos recursos para tomar decisiones acerca de su
reproducción, y van así reproduciendo un círculo vicioso de pobreza.
Una arista insoslayable de la desigualdad muestra que mientras la
fecundidad global desciende, la maternidad entre adolescentes se
mantiene casi invariable, al concentrarse en los sectores pobres.
Casi
el 15% del total de nacimientos corresponde a mujeres que tienen hasta
19 años. Sólo el 30% de ellas buscó quedar embarazada, según estudios
realizados con el apoyo del Ministerio de Salud. Las preguntas
inevitables frente a esta situación son: en qué medida todas las
parejas que viven en la Argentina están pudiendo tomar decisiones
efectivas en torno a su reproducción Cuáles son nuestros desafíos
pendientes Según el Ministerio de Salud, más del 40% de las mujeres que
usan anticonceptivos modernos recurre sólo al preservativo.
La falta de
regularidad en su uso incide en los altos niveles de embarazos no
deseados. Más del 25% de las mujeres se inclinan por píldoras
anticonceptivas. Para muchas de ellas, una merma en la dotación de
anticonceptivos en los servicios públicos de salud, como la que se
produjo en la Argentina en el último semestre, puede haberlas dejado
sin protección, a diferencia de aquellas que optaron por métodos de
mayor alcance temporal como los dispositivos intra-uterinos, también
garantizados por la Ley Nacional. Obstáculos de tipo cultural siguen
incidiendo en que los jóvenes no cuenten con información clara, con el
apoyo de los padres, madres, docentes y profesionales de la salud, y
con los recursos necesarios para tomar decisiones responsables sobre su
sexualidad y su reproducción.
El
acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, y la
educación integral de la sexualidad son herramientas de trascendental
relevancia. Pueden salvar la vida de más de un centenar de mujeres que
mueren anualmente por causa de abortos inseguros. Sería posible reducir
la mortalidad de niños menores de un año. Además, cuando se puede
elegir el número de hijos, es posible reducir la sobrecarga económica y
de trabajo doméstico que pesa sobre las familias pobres y mejorar sus
inversiones en educación y salud, contribuyendo a superar la pobreza.
Buenos programas de salud sexual son necesarios para la prevención del
VIH-sida y otras infecciones de transmisión sexual. En suma, el derecho
humano fundamental de escoger el número de hijos y el momento de
buscarlos requiere aún de esfuerzos adicionales por parte de los
Estados en los países en desarrollo.
Esfuerzos que demandan inversiones
concretas para garantizar el acceso de toda la población a los
servicios de salud reproductiva y sexual, para que entonces su mejor
uso descanse en la libre elección de utilizarlos o no. Pero su
potencialidad para mejorar la salud y la calidad de vida de la
población, y proteger los derechos de las mujeres, hombres, jóvenes y
niños es indudable. Reconocer la importancia y el respeto que merece
cada persona permite construir un mejor futuro para cada sujeto, sus
hogares y, en definitiva, la sociedad que integramos.
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